En el proceso de educación, no se trata únicamente de impartir conocimientos académicos, sino de cultivar una base sólida de valores que guíen a los individuos en su camino hacia la madurez y la plenitud. Esta perspectiva resuena profundamente en las palabras del especialista en educación, Gerardo Mendive, quien destaca la importancia de vivir en consonancia con los valores más que limitarse a enseñarlos.

Mendive nos invita a explorar facetas esenciales de la vida humana, como la autoestima, la solidaridad, la compasión, la congruencia y la alegría por vivir, como componentes que definen nuestra esencia y definen nuestra relación con el mundo. Reconoce que estas cualidades fundamentales pueden ser difíciles de medir en términos académicos tradicionales, pero su impacto en la vida de los individuos y en la sociedad es innegable.

En esta visión, la educación se convierte en un viaje hacia la autenticidad y la integridad, donde la vivencia cotidiana de los valores moldea no solo a los estudiantes, sino también a los educadores y a toda la comunidad educativa. En este contexto, Mendive nos insta a repensar el propósito de la educación, centrando la atención en la forma en que incorporamos y vivimos los valores en nuestra vida diaria, y cómo esta experiencia trasciende el aula para enriquecer y transformar la sociedad en su conjunto.