En primer lugar, la humildad, ya que está según el autor permite escuchar a quien nos busca, sin importar su nivel intelectual, es un deber humano y un gusto democrático. Además también permite no encerrarse en el circuito de su verdad, estando así abierto a aprender y enseñar.

Otra de las cualidades que va acompañada de la humildad con que la maestra se relaciona y actúa con los alumnos, es la amorosidad sin la cual su trabajo pierde el significado, ya que no solo se requiere amorosidad para con los alumnos sino también para el propio proceso de enseñar.

Cabe señalar que también es preciso construir un “amor armado” que sobrevive a los salarios mal pagos, las injusticias, la indiferencia del poder público por parte de los educadores que aun así continúan trabajando con los alumnos.