Las investigaciones de la psicología genética han demostrado que los niños elaboran diferentes conocimientos acerca de la lengua escrita antes de poder leer y escribir convencionalmente. Los niños hacen grandes esfuerzos por leer las escrituras que observan en su contexto: libros, carteles, anuncios, nombres escritos. Cuando las condiciones favorecen la adquisición del sistema de escritura, se preguntan para qué sirven las letras, qué representan, qué “pistas” gráficas sirven para saber qué es lo que está escrito, o qué letras son adecuadas para escribir algo. Es decir, tienen curiosidad por saber qué representa la escritura y cómo lo representa.

LA GRADUALIDAD AL APRENDER A LEER Y ESCRIBIR

Cuando los niños tienen oportunidad de “leer y escribir”, ponen en acción lo que piensan sobre la escritura y, con ello, reelaboran sus planteamientos, logrando concepciones cada vez más cercanas a lo convencional. Su interés por saber cómo funciona la escritura hace que, poco a poco, amplíen su repertorio gráfico y pasen de emplear pseudo–letras a “escribir” con letras reales; aprendan a escribir su nombre y empleen esta información en sus escrituras; o bien, empiecen a identificar la forma escrita de los nombres de sus compañeros de clase. En este sentido, aprender a leer y escribir es un proceso inteligente, en el cual los niños gradualmente se van apropiando del sistema de escritura.

Esta gradualidad se ha clasificado en etapas, las cuales como docentes debemos conocer, para poder identificar de manera pertinente el apoyo y seguimiento que puedan necesitar nuestros alumnos para apropiarse de manera completa del sistema de escritura.