Para mantener un ambiente propicio para el aprendizaje en el aula, es fundamental implementar estrategias efectivas de control y disciplina. Estas estrategias ayudan a establecer límites claros, fomentar la participación activa y promover un ambiente de respeto mutuo.

La disciplina escolar tiene una serie de características que la definen. En primer lugar, aparece la dependencia del contexto, que se desarrolla en un contexto determinado, el escolar, en el cual se llevan a cabo el desarrollo de los procesos instruccionales o de enseñanza-aprendizaje.

También se caracteriza por la funcionalidad instrumental, que es el instrumento para conseguir el orden necesario para funcionar en el aula. “Disciplinar” a los alumnos no es en sí mismo un objetivo educativo, pero para educarlo hacen falta unas condiciones y es aquí donde la disciplina acontece un instrumento indispensable. Así mismo, tiene un valor socializador, dado que tiene propósitos de socialización entre los alumnos y entre estos y el profesor, razón por la cual se tiene que llevar a cabo de manera positiva.

Finalmente, se caracteriza por ser interactiva: la situación instruccional es interactiva (profesores-aprendizajes-alumnos), por lo tanto, la disciplina no depende únicamente de lo que hace y de las decisiones tomadas por el profesor, sino que es necesario un clima de aula favorable para que la disciplina consiga sus propósitos.

A continuación, se presentan algunas estrategias que han demostrado ser efectivas:

Establecer normas y expectativas: Desde el inicio del año escolar, es importante establecer normas y expectativas claras para el comportamiento en el aula. Estas normas deben ser comunicadas de manera explícita a los estudiantes, y se recomienda involucrarlos en la creación de las mismas, para promover un sentido de responsabilidad y compromiso.

Mantener una comunicación efectiva: La comunicación abierta y clara con los estudiantes es esencial. Los docentes deben asegurarse de que las instrucciones y las expectativas se transmitan de manera comprensible, y estar disponibles para responder preguntas o aclarar dudas. Además, es importante escuchar activamente a los estudiantes y darles retroalimentación constructiva.

Utilizar el refuerzo positivo: Reconocer y elogiar el buen comportamiento y los logros de los estudiantes es una estrategia efectiva para promover la motivación y el compromiso. El refuerzo positivo puede ser verbal, a través de elogios, o tangible, como premios simbólicos o privilegios especiales. Esto ayuda a crear un ambiente positivo y refuerza los comportamientos deseables.

Establecer consecuencias lógicas: Es importante establecer consecuencias lógicas y coherentes para el incumplimiento de las normas. Estas consecuencias deben ser proporcionales al comportamiento problemático y estar orientadas a promover la reflexión y el aprendizaje. Por ejemplo, si un estudiante interrumpe constantemente la clase, una consecuencia lógica podría ser perder unos minutos de recreo.

Promover la participación activa: Mantener a los estudiantes comprometidos y participando activamente en las actividades de aprendizaje reduce las oportunidades de distracción y comportamiento disruptivo. Se pueden utilizar estrategias como el trabajo en grupos, debates, actividades prácticas y recursos multimedia para fomentar la participación y el interés de los estudiantes.

Fomentar la relación y el respeto mutuo: Establecer una relación de confianza y respeto mutuo con los estudiantes es fundamental. Los docentes deben demostrar empatía, comprensión y disponibilidad para ayudar a los estudiantes a superar dificultades. El establecimiento de un ambiente seguro y acogedor fomenta una mejor relación entre el docente y los estudiantes, lo que a su vez favorece el control en el aula.

Cabe destacar que las estrategias de control en el aula pueden variar según el contexto y las necesidades individuales de los estudiantes. Es importante adaptar y ajustar estas estrategias en función de los desafíos específicos que surjan en el aula.