Cuando gritamos a nuestros hijos les generamos, entre otras cosas miedo, tristeza, rabia, baja autoestima e inseguridades, soledad, ansiedades, mal ejemplo, estrés, ira agresividad, etc. Y aunque puedas pensar que a ti te gritaron y no te ha supuesto nada de esto, si reflexionas sobre ello seguro que te ves reflejado en momentos en los que pierdes los nervios y no sabes por qué los has perdido tan pronto.